Matar niños, ser ejecutados y no condenar su alma
Una práctica común durante dos siglos en Europa Occidental: personas suicidas, predominantemente mujeres, asesinaban principalmente a niños. Irónicamente, este acto atroz surgió como una forma de evitar el infierno. En lugar de suicidarse para escapar de su depresión y su angustia —y enfrentarse a la condenación eterna por el pecado del suicidio—, mataban a un niño pequeño, lo que se castigaba con la muerte. Antes de su ejecución, podían recibir la absolución de un sacerdote, arrepentirse y, en última instancia, asegurarse un camino al cielo. La práctica se entrecruza con la escasa comprensión de la salud mental y la depresión, especialmente en mujeres, las prácticas religiosas e incluso las acusaciones de brujería y posesión demoníaca durante los siglos XVII y XVIII.
Las víctimas solían ser niños, ya que se asumía que aún eran inocentes. Incluso podrías estarle haciendo un favor al niño, ya que iría al cielo sin haber pecado aún. Y tú también irías al cielo, porque un sacerdote te había absuelto de tus pecados en confesión; una situación terrible en la que todos salen ganando.
1783: María Anna Mayrin asesina a una niña de tres años, se entrega y es condenada a muerte.
El Sacro Imperio Romano Germánico, 1704: Agnes Catherina Schickin corta la garganta de un niño de siete años. Uno de los casos más célebres, una mujer de treinta años, que se trasladó desde su ciudad natal al pueblo de Krumhard. Allí entabló conversación con un grupo de niños pequeños que estaban jugando y consiguió que uno de ellos la acompañase a dar un paseo. Ambos fueron vistos en amigable conversación por varios lugareños. Al acabar la tarde, la mujer arrojó al niño al suelo, sacó un cuchillo y le rebanó la garganta. Acto seguido, se dirigió al pueblo y se entregó a la primera autoridad que encontró confesando el asesinato. Cuando le preguntaron que por qué lo había hecho dijo que el niño ahora estaba en un lugar mejor y que así ella sería ejecutada y podría abandonar el mundo.
1746: Johanna Martauschin destroza el cráneo de un niño pequeño.
1753: Sophia Charlotte Krügerin corta la garganta de un niño de nueve años.
1761: Eva Lizlfelnerin roba un bebé y lo arroja a un río para que se ahogue.
1742: La reclusa María Elisabetha Beckensteinerin estranguló a su propia hija de dos años para poder ser ejecutada.
Los suicidios eran relativamente común tanto entre protestantes como católicos, y representaba una alta tasa de homicidios incluso en comparación con la época moderna. Se descubrió unos 400 casos en los territorios del Sacro Imperio Romano Germánico, o la Europa Central de habla alemana, entre 1580 y 1839. Hubo 95 casos de suicidio en la católica Viena entre 1668 y 1783.
La difícil situación de las mujeres de aquella época, cuyas vidas estaban marcadas por dogmas y tabúes religiosos. Muchas vieron esto como su única salida.