Casa llena de veneno
Una nota llegó a través de la pared del patio de una casa de piedra que parecía una fortaleza en la Avenida de los Insurgentes de la Ciudad de México. "Señor juez", decía, "por favor llévenos con usted". Un repartidor la recogió y se quedó perplejo ante el extraño mensaje. Su jefe la llevó a una estación de policía. Al poco rato, dos detectives llamaron a la puerta de hierro de la entrada.
"¿Es usted de la oficina del señor juez?", preguntó una voz de niña desde adentro.
"En cierto modo", dijeron los detectives.
"Mi padre salió. Si vuelve y te ve aquí, nos matará".
Los detectives aparcaron su coche patrulla contra el muro del patio, treparon al tejado y saltaron el muro. Cuando salieron, informaron: "Lo que hemos visto no es del siglo XX".
Un mundo de una sola habitación. Lo que vio la policía fue algo propio de la Edad Oscura; una familia encarcelada durante más de 15 años, una mujer y seis niños cuyo mundo entero era una gran habitación oscura rodeada de canaletas llenas de agua verde sucia. La madre sólo tenía dos ollas de barro para cocinar, unos pocos platos, ningún cubierto. Las velas eran la única luz por la noche; el baño era un agujero en una pared. Las mesas de madera se usaban como camas, apiladas una sobre otra como literas de dos pisos. El hombre que mantenía a su familia así encarcelada era Rafael Pérez Hernández, de 54 años, esposo y padre, de profesión proveedor de veneno casero para ratas.
Cuando Pérez llegó a casa, la policía lo estaba esperando. En la jefatura, se supo la increíble historia completa. Rafael Pérez, un hombre amargado y desequilibrado que había perdido el brazo izquierdo en un accidente de tren, no creía en Dios, ni en los médicos, ni en casi nada.
Su primer hijo se llamó Hijo del Sol, y cuando el bebé enfermó de disentería, Rafael le dijo a su esposa: "La naturaleza curará al bebé". Hijo del Sol murió. Un año después nació Evolución del Mundo, para morir poco después por falta de atención médica. Cuando el siguiente hijo, una niña llamada Indomable, contrajo neumonía, su esposa Sonia volvió a suplicar. "Aquí está su médico", gritó Rafael, agitando un revólver calibre 38 en un gesto que marcó el comienzo del largo encarcelamiento. El bebé Indomable sobrevivió, al igual que Libre, de 15 años; Soberano, de 14 años; Conquistador, de 12 años; Buena Vida, de 10 años; y Evolución del Pensamiento Liberal, que nació última.
A medida que los niños crecían, su visión del mundo exterior, excepto en ocasiones extremadamente raras, se hacía a través de un agujero en la puerta de hierro de menos de una pulgada de diámetro. La familia trabajaba todo el día para ayudar al padre a fabricar veneno, desde las cinco de la mañana hasta el anochecer. Los jóvenes no recibían ninguna educación; su vocabulario no superaba las 300 palabras y maldecían como algo normal. Sus cuellos estaban salpicados de pequeñas cicatrices donde su padre había presionado el cuchillo con demasiada fuerza para inculcarles disciplina: no lloriquear por más comida, no pedir salir a jugar a la luz del sol.