El bufón era experto en hacer reír al rey. King era un hombre amable y trataba al bufón como su amigo porque administrar un reino era agitado y Jester era el único que entendía su estrés y lo hacia reir con sus payasadas. Queenie, por otro lado, era posesiva, quería al rey para ella y odiaba absolutamente que los bufones le dieran lo único que no podía darle; consuelo. Ella incriminó al bufón e hizo que King creyera que el bufón envenenó la copa del embajador como una broma y murió, lo que resultó en un enorme déficit comercial y un escenario cercano a la guerra si no fuera por el pensamiento rápido del ministro. El rey desterró al bufón con gran pesar a pesar de que sabía que el bufón no lo hizo.
Queenie, por otro lado, quería atormentar más y más al bufón e hizo que el General violara a su hija, rompió su choza y tomó todo lo que era suyo. Un día, cuando Jester regresó, vio a su hija desangrarse debido al trauma.
El bufón se burló. Se acercó a la reina y la vio con una amplia sonrisa. Con una risa aterradora le talló una sonrisa permanente en las mejillas que la hizo parecer un monstruo. Después de matarla con su propia daga y apuñalarla repetidamente con ella, Jester siguió su propio camino alegre.
Un hombre roto. Un atormentado. Un hombre cambiado. Quien no tenía ataduras con él.
Cuenta la leyenda que el bufón que se ha vuelto frágil persigue a los aristócratas que abusan de su poder, y hace que no lloren sino que sonrían... PERMANENTEMENTE.